Héctor L. Nieves Reyes
12 de septiembre de 2019
La dulce caricia de una piedra o de un pedazo de adoquín sanjuanero lanzado por un pueblo indignado no compara con la alta tecnología y los gases lacrimógenos arrojados contra los manifestantes reunidos tras el #Ricky Renuncia. Primeramente, la piedra como la honda de David, es el arma de los pobres que simboliza la Intifada boricua del verano 2019, de las mujeres, de los pensionados, de los estudiantes universitarios endeudados, de los indignados por la homofobia, la misoginia, la insensibilidad hacia nuestros muertos, y por la corrupción rampante de los funcionarios públicos; lo segundo, los gases, lleva impregnado un sello que dice “made por la Junta de Control Fiscal, made por el capital financiero, made in U.S.A.”
A nosotros las piedras no nos cuestan nada, a ellos millones de dólares invertidos en aparatos represivos para contener a las masas. Dos violencias, una para mantener el orden vigente, la de los defensores de la austeridad neoliberal y los privilegios de una clase insensible; la otra la liberadora, la de los condenados de la tierra como dijo Frantz Fanon “la que rompe cadenas coloniales” y va construyendo pueblo que se va liberando.
¡Qué bonito se ve un adoquín volando en la Calle Fortaleza del Viejo San Juan!
¡Qué bonito se ve!