Recuperado de: La Izquierda Diario
Rafael AR Escalante 28/09/2021
La Primera Internacional fue fundada el 28 de septiembre de 1864, en Londres, por los sectores más avanzados del movimiento obrero europeo. La integración de diversos cuadros del movimiento socialista permitiría incorporar a Karl Marx, quien era un destacado intelectual y organizador del movimiento obrero.
La Asociación Internacional de Trabajadores (AIT), también conocida como Primera Internacional fue un esfuerzo de múltiples tendencias políticas pertenecientes a la clase obrera que se aglutinaron para formar la primera organización de los trabajadores que se apostó a trascender las fronteras nacionales para unir a los explotados en una sola voz.
En ese sentido, destacó el papel que jugaron Karl Marx y Friedrich Engels, tanto como intelectuales del movimiento, pues buscaron darle claridad ideológica al mismo y dotarlo de un programa claro, así como ser organizadores del proletariado para alcanzar sus fines, es decir, pusieron todo su empeño para que esta asociación funcionara para defender a los trabajadores.
En Marx, sus ideas y enseñanzas se forjaron a partir de la militancia política revolucionaria al interior del movimiento obrero, sacando las mejores lecciones de las batallas cotidianas para alcanzar la victoria del socialismo en el futuro. Es así que comprende la necesidad de impulsar la máxima unidad entre las filas de los asalariados para luchar contra la burguesía, para crear organizaciones propias con independencia de clase que se apostaran a ser la dirección que los trabajadores necesitaban, pues, si la burguesía había formado asociaciones internacionales para defender sus intereses, era tarea del proletariado hacer lo propio para defender los suyos.
Esta tarea se desarrolló en un contexto de crecimiento de la clase obrera moderna, el cual se encontraba en buena medida restringido a los países de la Europa Occidental y Estados Unidos pues, incluso en países como Francia, España o Italia, el artesanado aún tenía mucho peso. Fue un periodo en el cual si bien ya comenzaba a expresarse el carácter reaccionario del capitalismo aún podía desarrollar fuerzas productivas, como se vio en la expansión imperialista desatada a partir de la Comuna de París de 1871 que superó con creces el largo lapso de crecimiento sin revoluciones entre 1848 y 1871.
Fue un momento distinto al que se presentó en los comienzos del siglo XX, cuando la clase obrera se extendió por todo el mundo, como expresión de la mundialización e internacionalización del capitalismo
Surgimiento y estructura organizativa de la Internacional
La segunda mitad del siglo XIX vio florecer el industrialismo de una manera acelerada en algunos países de la Europa Occidental, ya que las fuerzas productivas crecían incesantemente, creando grandes contingentes obreros que comenzaron a tomar conciencia de su situación y de su fuerza, pues con forme avanzaba el tiempo crearon organizaciones para defender sus derechos.
De este proceso se desprenden los primeros sindicatos que buscaron defender los intereses inmediatos de los asalariados, pero también las primeras organizaciones y corrientes socialistas, como lo fue la Sociedad de Demócratas Fraternales, organizada en Londres en 1845 por Julian Harney, para aglutinar a refugiados políticos de toda Europa; también estaba el Comité Internacional organizado por Ernest Jones en Londres, que mediante la movilización amplia logró mantener el espíritu internacionalista. [1]
También podemos contar a la Liga de los Comunistas (antes Liga de los Justos), que tenía presencia en algunos países de Europa, de donde provenían Marx y Engels, que tenían como misión, recoger las mejores experiencias de la lucha contra los patrones, para imprimirle un sello más estratégico a la lucha por la emancipación de la humanidad. Fue de este esfuerzo organizativo que provino la tan importante obra, el Manifiesto del Partido Comunista.
El crecimiento económico aparentemente armónico de la vieja Europa encontró su punto de quiebre en dos momentos en que los trabajadores salían a luchar y de los que obtenían aprendizajes. Uno de ellos fue cuando se pasó de las demandas puramente gremiales a demandas cada vez más políticas, como exigir el derecho al voto para la clase obrera en el caso del Movimiento Cartista que se desarrolló entre 1838 y 1858. El segundo, sería la Primavera de los Pueblos de 1848, en el cual la clase obrera llevó adelante verdaderas insurrecciones en contra de los gobiernos burgueses y monárquicos en los países de Europa central como en Francia, Austria o Prusia.
Si bien estas luchas terminaron por ser derrotadas, es innegable que permitieron a los sectores más avanzados del movimiento proletario desarrollar su conciencia y programa, de modo que generaron un ambiente de una rica discusión política. Así, la iniciativa de fundar la AIT provino de representantes de trabajadores ingleses y franceses, cabe destacar que, del lado inglés, los protagonistas fueron los integrantes del Consejo de Sindicatos de Londres. [2]
La Internacional fue la primera propuesta seria de internacionalismo obrero que logró plasmarse y que, por un lado, reflejaba las insuficiencias del movimiento sindical y por el otro, expresaba sus rasgos más progresivos al tender a la solidaridad de los trabajadores por fuera de los marcos que les imponían sus propios Estados-nacionales. Era una iniciativa que provenía de los sectores más avanzados de la clase trabajadora europea, por ello era lógico que su epicentro estuviera en Londres, donde el proletariado había conquistado condiciones más democráticas para desarrollar su política, al existir un capitalismo más avanzado.
Por ejemplo, el Consejo de Sindicatos de Londres tenía ya experiencia internacionalista, pues había practicado la solidaridad con trabajadores de otros países, como los que participaron en el Risorgimiento italiano, la Guerra Civil en Estados Unidos o la campaña de apoyo a la rebelión polaca de 1863, donde se estrechó la relación con el consejo de representantes obreros de Francia.
Y es que estos hechos sacaron a la clase obrera de su adormecimiento, todo esto precedido por la crisis económica de 1857, la más fuerte en Europa hasta ese momento, [3] porque se generó un nuevo movimiento sindical que rebasaba al viejo, pregonaba que la lucha debía evolucionar al nivel de la lucha política y debía extenderse por el mundo.
La Internacional se constituyó el 28 de septiembre de 1864, en Saint Martin Hall de Long Acre, Londres. Un detalle importante era que los representantes franceses electos eran demócratas republicanos, a la par que los italianos eran seguidores de Mazzini, ambos eran opositores a que el movimiento de trabajadores fuera independiente. Pero por razones tácticas coincidían con Marx, en su visión de unir al movimiento obrero, lo cual ya era un avance importante, pues incitaba a que los proletarios se siguieran organizando. [4]
El Primer Congreso de la Internacional se llevó a cabo en Ginebra, Suiza, del 3 al 8 de septiembre de 1866, bajo varias premisas fundamentales que fueron ampliamente difundidas. En ellas se subrayó la necesidad de acciones que defiendan demandas inmediatas pero muy sentidas para los trabajadores como lo eran la reducción de la jornada laboral y el aumento del salario. También se llamaba al movimiento obrero a constituirse de forma política creando sus propias organizaciones, sus propios programas, a guardar su independencia política frente al Estado y a atacar los intereses del capital. [5]
La afiliación a la Primera Internacional podía ser mediante la membresía individual, aunque fundamentalmente se llevó a cabo por sindicatos y otras organizaciones de trabajadores que aceptaron su programa. Su epicentro estuvo en Inglaterra, donde alcanzó aproximadamente 50 mil afiliados, lo cual era de esperarse pues el movimiento obrero británico era el más avanzado de aquel momento.
Una muestra de ello fue la incesante organización sindical que se encontraba en un crecimiento rápido y que en 1868 abrió la puerta a la formación de grandes centrales sindicales como lo fue la constitución del Congreso de Sindicatos, el TUC (por su siglas en inglés). Aunque la mayoría de los obreros partidarios de la Internacional provenían de sindicatos de industrias artesanales, pocos eran los que procedían de industrias pesadas.
Esta experiencia contribuyó a que el movimiento de trabajadores fuera empujado a un nivel político y no sólo gremial, como hasta ese momento había ocurrido gracias a varias derrotas propinadas a los obreros como lo fue el sofocamiento de las revueltas de 1848 y la imposición de la dictadura bonapartista en Francia. Además, la rebelión polaca contra el zarismo hizo ver al proletariado y sus organizaciones la necesidad de solidarizarse con sus hermanos de clase de otros países, quienes padecían no sólo las cadenas de la explotación asalariada, sino también las de los regímenes despóticos y el colonialismo.
El programa político y los estatutos
En ese sentido fue que se redactaron el programa político y los estatutos de la Internacional, producto de una larga discusión que llevó a que los organizadores se fijaran en los mejores cuadros del movimiento comunista alemán, así la tarea quedó en manos del más brillante de ellos, Karl Marx, quien hasta entonces no había tomado parte activa en el movimiento por las investigaciones que estaba realizando. Y si bien sabía que sus libros eran muy importantes, también lo era aportar en la organización de su clase y ayudar a hacerla avanzar programáticamente con sus valiosos análisis y aportes teóricos, así que cuando fue invitado por el francés Le Lubez aceptó, para intervenir en nombre de los obreros alemanes.
De esa manera el Comité elegido para dirigir la organización se fortaleció al integrar nuevos elementos. Lo constituían unos cincuenta vocales, la mitad de ellos obreros ingleses, el país mejor representado, la segunda nación con más vocales era Alemania, con unos diez, la mayoría de ellos habían pertenecido a la Liga de los Comunistas como: Marx, Eccarius, Lessner, Lochner y Pfänder. [6] Con esto se enriqueció no sólo de forma intelectual al movimiento, se enriqueció, sobre todo y en especial, de forma orgánica como programática, pues los mejores dirigentes del movimiento socialista europeo se juntaron para aportar sus experiencias.
Estos esfuerzos sintetizaron la experiencia de la clase trabajadora en un programa político mejor conocido con el nombre de Manifiesto Inaugural de la Asociación Internacional de Trabajadores, que marcó una línea de unidad de las luchas. Este manifiesto fue redactado por Marx entre el 21 y el 27 de octubre de 1864 junto con los estatutos; el revolucionario alemán logró que fueran aceptados por la mayoría de las corrientes.
Es, junto con el Manifiesto Comunista, una fuerte denuncia al capitalismo y una exposición de las metas de la clase obrera. Tenía el mismo contenido del Manifiesto, pero variaba en la forma, pues este estaba redactado de una manera más moderada para que grupos de trabajadores con menor grado de desarrollo ideológico pudieran apropiárselo. Pues Marx pensaba que la conciencia de clase trabajadora se desarrollaría posteriormente, elevándose como resultado de su acción unificada para garantizar la victoria final contra la clase capitalista. [7]
Estos debates tenían un carácter profundamente político ya que expresaban en primer lugar la independencia política del movimiento proletario que postulaba que la emancipación de la clase obrera sólo podía ser obra de ella misma, rescatando la experiencia de las insurrecciones obreras de 1848.
En ese sentido un postulado fundamental del Manifiesto Inaugural fue que la gran tarea de la clase obrera es la de tomar el poder político. [8] Los trabajadores se están dando cuenta de esta necesidad, tal como lo demostraron con el resurgimiento de los movimientos obreros en Inglaterra, Francia, Alemania e Italia y con los esfuerzos por organizar políticamente a los trabajadores.
En ese sentido iban también los estatutos aprobados por el primer congreso de la Internacional, donde en los cuales, además de dejar claras las reglas operativas de la Asociación, se estableció como máxima el internacionalismo. Por lo que quedaba claro el carácter revolucionario de esta organización al buscar la revolución social y su supremo fin, la abolición de la explotación asalariada y de cualquier otro tipo. [9]
Sin embargo, no todo fue paz ni armonía, la historia de la Primera Internacional, escribió Marx, fue “una lucha continua del Consejo General contra las sectas y los experimentos de aficionados, que intentaban mantenerse dentro de la Internacional contra el movimiento real de la clase obrera”. [10]
Durante este proceso se desarrolló la lucha ideológica con distintas corrientes. Una de ellas fue la representada por Pierre-Joseph Proudhon, cuya doctrina era el mutualismo, también conocido como asocianismo, que se resume en que buscaba la transformación de la sociedad capitalista a través de crear cooperativas financiadas por un “banco del pueblo”. En ella se desestimaban las huelgas, y la acción política como instrumentos eficaces para los trabajadores. Estos planteamientos eran catalogados por Marx como pequeñoburgueses por incitar a defender la pequeña propiedad en clave de coexistencia pacífica con el mercado capitalista y su Estado.
Otras de las discrepancias fueron con August Blanqui, revolucionario y líder principal de los socialistas franceses, quien consideraba que la revolución se haría por un puñado de conspiradores bien decididos a tomar el poder político, en lo cual había evidentemente un aspecto de discusión con Marx, respecto al movimiento de masas. Pero él no sería el mayor adversario de Marx, sino Mijaíl Bakunin, al frente de los anarquistas, quien intentaría disputar la dirección de la Internacional a los socialistas científicos con una idea muy distinta a lo que era la propia Internacional.
El anarquismo dirigido por Bakunin tenía como base social o al menos así lo buscaba, a los campesinos, al lumpen-proletariado y a los elementos pequeño burgueses desesperados, estando en contra de toda autoridad y todo tipo de Estado. Sin importar su carácter de clase, o de si dicha dirección es progresiva o reaccionaria. Por lo mismo se oponía a la participación política y a la toma del poder político. Y, consecuentemente, a cualquier tipo de centralización programática como la planteada por la Internacional.
Otro de los adversarios fue Ferdinand Lasalle y sus seguidores en el movimiento obrero alemán. Mientras la Internacional velaba por la independencia política de la clase obrera frente al Estado y sus partidos, Lasalle consideraba que podía pactar con ellos, como lo hizo con Bismarck. Al mismo tiempo, podía ser muy sectario con los sindicatos, pues si no asumían por completo su programa y dirección, simplemente los lasalleanos, se negaban a las acciones en conjunto.
¿Por qué fue importante la Internacional?
La gran lección de la AIT fue la idea de buscar la más amplia unidad de los trabajadores para enfrentar a las burguesías de cada nación y a sus respectivos Estados, comprendiendo la necesidad de rescatar las más sentidas e inmediatas demandas de las masas trabajadoras, para ponerles un sello más político que trascendiera esa inmediatez. Trascendencia que rompiera las barreras nacionales y el patriotismo, instrumentos de la burguesía para someter y enfrentar a los trabajadores entre ellos.
Su carácter unitario operaba en el sentido de agrupar variadas tendencias con orientación clasista, tarea desarrollada en una época en que la necesidad era reagrupar a la clase obrera “tal como era” en un mundo en que prevalecían visiones reformistas, debidas el amplio desarrollo de las fuerzas productivas y a que la desmoralización previa de las derrotas de 1848 no se había superado.
En ese sentido, la Internacional fue el primer gran antecedente de una política de unidad de las múltiples expresiones de los explotados y oprimidos, unidos en su diversidad de ideas y corrientes en un programa común que expresaba un contenido revolucionario pues, al no haber sido rebajado éste, combinaba el impulso de las acciones obreras sin abandonar la propagandización de las tareas estratégicas hacia el socialismo.
Este programa permitió impulsar acciones unitarias para en primer lugar defender los intereses de la clase obrera. Pero también para alcanzar nuevas conquistas, que los pusiera en las mejores condiciones para seguir buscando la emancipación de la humanidad de las cadenas del capital.
Además, sus logros pudieron palparse por Europa y otros lugares, pues la Internacional logró estimular la organización sindical por varios países, logrando en muchos casos elevar el nivel político del movimiento, haciendo que no sólo vieran la necesidad de luchar por las demandas inmediatas, también era necesario pasar a lo político. Se apoyaron huelgas en múltiples lugares que se iniciaron después de la crisis económica de 1866, de 1854 a 1869 la Internacional envió muchas cartas de apoyo al pueblo norteamericano y al presidente Lincoln en su lucha contra el poder esclavista.
En 1869, se envió una carta a William Sylvis, presidente de la National Labor Union, en protesta de los intentos de las burguesías y aristocracias europeas de intentar arrastrar a Estados Unidos a la guerra. En 1871 se exhortó a los trabajadores de Francia y Prusia a rebelarse contra la guerra franco-prusiana, lo que alentó a los obreros franceses a instaurar la Comuna de París.
Incluso permitió que los posteriores partidos socialdemócratas obreros de países como Alemania, Suiza, Dinamarca, Portugal, Italia, Bélgica, Holanda y Estados Unidos, ya no fueran secciones dispersas repartidas en varias naciones, sino que representaran a la clase obrera en activa y directa relación. Mostró que la idea de internacionalismo proletario no sólo era una idea viable, sino que era algo que al realizarse se convertía en algo muy fructífero para los trabajadores.