Federico Engels y el partido, Parte II

Elvira Concheiro

Profesora en la UNAM, Recuperado de Herencias y Perspectivas del Marxismo, (CLACSO, Boletín #6, Diciembre 20-enero 2021), consultado 8 de julio del 2021.

 Engels: cofundador del partido «en sentido histórico»

Como hemos señalado, no podemos entender el concepto de partido en Engels más que en su historicidad concreta, es decir, que no existe en sí mismo, que no es una generalización abstracta, sino parte de la conceptualización de un movimiento concreto, realmente existente y circunscrito en su momento histórico; movimiento real en el que Engels participa y se desenvuelve. Aún con la “huella de la filosofía clásica alemana”, es decir, bajo la influencia política de la izquierda hegeliana y la concepción del materialismo feuerbachiano, el encuentro de Engels con la realidad industrial de Inglaterra producirá en él una rápida transformación de su visión de la sociedad. Con tan sólo veintidós años de edad, el joven alemán se introduce en el análisis de la realidad de la clase obrera inglesa y descubre, por así decirlo, el capitalismo y el verdadero significado de la sociedad moderna.

Se trata no sólo de la Inglaterra posterior a la reforma de 1832, que la hacía el país de mayor desarrollo político de Europa, con libertad de prensa, de reunión y de asociación, derechos prácticamente desconocidos en el continente, sino también de una Inglaterra que vivía ya sus primeras convulsiones sociales, producto de los efectos de la revolución industrial, en la que aparecía un nuevo actor: el proletariado industrial. Unos meses antes de la llegada de Engels a Manchester, ocurrida a fines de 1842, se había producido un gran movimiento huelguístico en las principales ciudades industriales inglesas, lo cual generó algunos brotes insurreccionales. Es el momento en que el cartismo rompe con aquellos sectores de la burguesía con los que había lanzado años antes la iniciativa de la Carta del Pueblo, convirtiéndose, como lo señala Engels, en “un movimiento exclusivamente obrero”.

Impactado por el desarrollo capitalista de Inglaterra y, particularmente, por las enormes desigualdades sociales que éste había producido, Engels escribe muchos artículos periodísticos acerca de las condiciones de vida de los obreros, así como sobre la vida política de aquel país. Las relaciones que pronto establece con esa izquierda obrera del cartismo y con los owenistas le permiten percatarse en forma directa del mundo proletario que le rodea y conocer al comunismo como corriente política y no filosófica, como ocurría en Alemania, reafirmando su adhesión a éste.

En mayo de 1843 Engels escribe:

Sabido es que, en Inglaterra, los partidos se identifican con los escalones sociales y las clases; que los tories son idénticos a la nobleza y a la beata y rígidamente ortodoxa fracción de la alta iglesia, mientras que los whigs se reclutan entre los fabricantes, comerciantes y dissenters y, en general, entre la alta clase media, la baja clase media, los llamados “radicales” y el cartismo, por último encuentra su fuerza entre los trabajadores, entre los proletarios […]. El socialismo no forma un partido político cerrado, pero se recluta, generalmente, entre la baja clase media y los proletarios. (Engels, Fedrico, 1981, p. 133).

En aquel primer momento, Engels se sorprende de la realidad inglesa. Aún está convencido entonces de que los intereses materiales no aparecen nunca como “fines independientes y orientadores”, sino que “sirven siempre consciente o inconscientemente, a un principio, que es el que guía los hilos del progreso histórico” (Engels, Federico, 1981, p. 119). Por ello se limita a constatar esa realidad como un hecho peculiar de Inglaterra y como motivo del «atraso» espiritual de la sociedad inglesa, con respecto al continente y, especialmente, a Alemania. De esto, Engels concluye que la revolución que se incuba entre los ingleses no tendrá un carácter político, sino social.

No obstante, y aún bajo esa óptica, Engels hace una aguda descripción de los partidos políticos ingleses, la cual, años más tarde, valoraría como decisiva en su proceso personal de evolución intelectual y consideraría significativa en la nueva concepción que elaboraría al lado de Marx.

En 1885, Engels escribe al respecto: Viviendo en Manchester, me había yo dado de narices con el hecho de que los fenómenos económicos, a los que hasta allí los historiadores no habían dado ninguna importancia, o sólo una importancia muy secundaria, son, por lo menos en el mundo moderno, una fuerza histórica decisiva; vi que esos fenómenos son la base sobre la que nacen los antagonismos de clases actuales y que esos antagonismos de clase, en los países en que se hallan plenamente desarrollados gracias a la industria y, por tanto, principalmente en Inglaterra, constituyen a su vez la base para la formación de los partidos políticos, para las luchas de los partidos y, por consiguiente, para toda la historia política (Engels, Federico, s.f, p. 362).

Simultáneamente, Engels se adentra al estudio de la clase obrera inglesa, tan diferente al artesanado alemán que él conoce. En su extenso escrito La situación de la clase obrera en Inglaterra, analiza los cambios operados en la producción material con la introducción de la gran maquinaria en la industria, cuyo primer producto es, precisamente, la clase obrera industrial. Cierto es que todavía reducirá su análisis al identificar a esta clase simplemente con los sectores pobres de la sociedad, lo cual a partir del empirismo que marca a esa que es su primera obra importante respondía a las condiciones reales del proletariado inglés.

La minuciosa descripción que hace Engels de la vida obrera, de sus condiciones de trabajo, de sus primeras luchas y perspectivas, lo lleva a descubrir las potencialidades revolucionarias de la clase obrera. En su acuciosa observación, Engels encuentra a los proletarios como “una clase aparte, con sus propios intereses y principios y con una concepción del mundo propia, que los distingue de todos los poseedores” y en los que palpita “la clara conciencia de que en ellos reside la verdadera fuerza y el futuro de la nación” (Engels, Federico, 1981, p. 530).

A partir de una concepción del comunismo vinculada a la causa más general de la emancipación humana, el joven Engels considera que el antagonismo del proletariado con la burguesía, esa “guerra totalmente abierta y directa de los pobres contra los ricos, que en Inglaterra es ya inevitable”, es “legítima en su significación histórica para el presente”, pero limitada en una perspectiva de futuro, dado que genera una reacción violenta de los obreros contra la burguesía en tanto individuos. A ningún comunista —agrega— “se le ocurre pretender tomar venganza sobre este otro individuo, ni mucho menos que tal o cual burgués, en las condiciones existentes, podría obrar de otro modo que como lo hace”.

Y puesto que el comunismo está por encima del antagonismo entre el proletariado y la burguesía, ello abrirá, evidentemente, el camino para que la parte mejor de la burguesía —que es, sin embargo, aterradoramente reducida en número y que sólo podrá reclutarse entre la gente joven— pueda pasar más fácilmente al campo del comunismo que al del cartismo, por el carácter exclusivamente proletario de éste. (Engels, Federico, 1981, p. 530).

Años más tarde, Engels escribió al respecto de esta idea: “En abstracto, esta afirmación es acertada, pero en la práctica es totalmente inútil e incluso algo peor. Mientras las clases poseedoras, lejos de sentir la más leve necesidad de liberarse ellas mismas, se opongan con todas sus fuerzas a la propia liberación de la clase obrera, ésta se verá obligada a iniciar y llevar a cabo ella sola la transformación social” (Engels, Federico, 1981, p. 536).

Como ya hemos señalado, en el periodo en que Engels se encuentra realizando el estudio de la clase obrera inglesa se produce su encuentro con Marx. A partir de ese momento y a lo largo de cuatro décadas, desarrollará su trabajo intelectual y político al lado de su colega alemán. No es propósito de este trabajo el estudio específico de lo que Engels aportó, en diversos campos, a la formulación de la nueva concepción que ambos realizaron, ni aquilatar la importancia de dichos aportes. Bástenos señalar, por tanto, que pese a las imprecisiones que aún pudiera contener, la obra del joven Engels resultó de especial importancia en la construcción de los que hemos denominado el partido «en sentido histórico», específicamente en lo referente a tres aspectos que aquí nos interesan en especial: 1) la conceptualización del proletario como una clase específica del capitalismo, con intereses definidos pero de proyección universal; 2) el análisis de los partidos políticos como expresión de intereses materiales que se confrontan en la sociedad, y 3) el reconocimiento de la capacidad propia de los trabajadores para organizarse y actuar con el fin de superar el orden social prevaleciente.

Desde diversas organizaciones políticas, desde las páginas de la prensa de su época, desde las barricadas alemanas en la revolución de 1849, en su apoyo a la Comuna de París y, después, a los comuneros en el exilio, desde su correspondencia con tantos políticos revolucionarios, en sus polémicas obras de difusión del socialismo que junto con Marx fundara, en su incansable esfuerzo por editar y concluir el más importante trabajo de su amigo y compañero, en suma, en prácticamente toda su obra y desde donde pudiera, Engels luchó sin tregua en favor de ese partido «en el gran sentido histórico».

Engels: fundador del «marxismo» y figura de los «partidos marxistas»

Con el desarrollo democrático, los partidos, incluidos los partidos obreros, se convirtieron en estructuras incorporadas a los sistemas políticos, formaciones en las que se apoyó el desarrollo parlamentario, lo que exigió entonces su consolidación como agrupamientos más estables e institucionalizados. A la par, la experiencia y la concepción de Marx y Engels fueron adquiriendo carta de naturalización dentro de los agrupamientos de los obreros socialistas, dando lugar paulatinamente a la confluencia del que podemos denominar «partido de la praxis revolucionaria», que vendría siendo un componente del «partido en sentido histórico», con el partido de una organicidad y tiempos determinados, o «partido efímero». Es decir, estamos hablando de la aparición de los partidos marxistas.

Varios son los trabajos que han abordado ya el origen y el desarrollo de la corriente de pensamiento y acción política que en sus variadas expresiones se autodenominó marxismo. Aquí, por tanto, sólo recordaremos que Engels participó en forma directa en los primeros momentos de ese proceso.

Por una parte, la preocupación de Engels de dar a conocer, entre los actores políticos de los trabajadores de su época, al nuevo planteamiento teórico y, en particular, la obra científica de Marx lo llevó a incursionar por el pantanoso camino de la divulgación. Así, pese a su convicción de que el pensamiento de ambos revolucionarios alemanes no podía ser atendido en forma cerrada y dogmática, en ocasiones Engels incurre (con la colaboración de Marx) en una sistematización doctrinal de la teoría, la que, en una situación para ellos novedosa, sería fácilmente aprehendida de manera simplificadora. De esta forma, por ejemplo, el escrito conocido como AntiDüring (hecho a solicitud de los dirigentes del Partido Socialdemócrata Alemán para responder a un profesor que alardeaba con poseer un sistema socialista completo total), se convirtió pronto en un verdadero manual partidista. La preocupación de Engels (compartida por Marx) de dar a su polémica una forma sencilla y accesible fue recibida por quienes estaban al frente del partido como un valioso instrumento que completaba a lo que ya apuntaba a ser una poderosa maquinaria partidista.

El partido alemán estaba en un momento en el que comenzaba a requerir fuertes elementos ideológicos cohesionadores, en la medida en que el partido se había convertido en sinónimo de conciencia del ser obrero, es decir, la organización en concreto pronto había ido más allá de su carácter de instrumento de la lucha proletaria, para constituirse en instancia de autorreconocimiento de la clase de los obreros. Esto llevó de inmediato a requerir una visión global del mundo y de la consecuente sociedad futura por la que se luchaba. Además, ante la valoración de la ciencia como factor de progreso que se abría paso en aquella época, el conocimiento que representaba el marxismo era el arma que requería el partido: una teoría social científica que se ponía a su servicio.

Por otra parte, es conocido el hecho de que, desde el momento de la muerte de Marx, ocurrida en 1883, Engels decide propagar que el nuevo pensamiento social que ellos expresaban había tenido un autor principal: Carlos Marx. Con razón o no, durante la docena de años que sobrevivió a su amigo, Engels insistió en que el papel que había jugado él había sido secundario o, cuando mucho, complementario. Vale la pena, aquí, recordar que en una nota a pie de página de su trabajo Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana, escrito en 1886, refiriéndose a la corriente que «va asociada al nombre de Marx», Engels aclara:

Últimamente, se ha aludido con insistencia a mi participación en esta teoría; no puedo, pues, por menos de decir aquí algunas palabras para poner en claro este punto. Que antes y durante los cuarenta años de mi colaboración con Marx tuve una cierta parte independiente en la fundamentación y, sobre todo, en la elaboración de la teoría, es cosa que ni yo mismo puedo negar. Pero la parte más considerable de las principales ideas directrices, particularmente en el terreno económico e histórico, y en especial su formulación nítida y definitiva, corresponden a Marx. Lo que yo aporté —si se exceptúa, todo lo más, dos o tres ramas especiales— pudo aportarlo también Marx aun sin mí. En cambio, yo no hubiera conseguido jamás lo que Marx alcanzó. Marx tenía más talla, veía más lejos, atalayaba más y con mayor rapidez que todos nosotros juntos. Marx era un genio; los demás, a lo sumo, hombres de talento. Sin él la teoría no sería hoy, ni con mucho, lo que es. Por eso ostenta legítimamente su nombre” (Engels, Federico, s.f., p.407).

Con ello, Engels, el único autorizado entonces para hacerlo, bautizaba la teoría que durante cuatro décadas había trabajado con Marx.

Como se sabe, Engels dedicaba sus últimos años a realizar algunos trabajos suyos y, principalmente, a preparar para su publicación la obra inconclusa de su amigo. Sin embargo, con mucha frecuencia dirigentes socialistas de la más diversas nacionales buscaban en él consejo y apoyo en sus tareas políticas.

Al poco tiempo de desaparecida la Asociación Internacional de Trabajadores y ante la insistencia de algunos de sus compañeros de crear una nueva agrupación con ese carácter, Engels había considerado que las condiciones que se vivían en ese momento, tras la derrota de la Comuna y la ola reaccionaria que ello desató en toda Europa, no lo hacían posible, pero también les había expresado su convicción de la que “la próxima Internacional —después de que los escritos de Marx hayan ejercido influencia durante algunos años— será directamente comunista y proclamará nuestros principios…” (Engels, Federico, 1972, p. 209). Como se sabe, en el año 1889, en París se reunirían los partidos obreros que, para entonces, ya se decían seguidores de la obra teórica y política de Marx y que, continuamente, solían buscar asesoría en el viejo Engels, quien disfrutaba de un reconocido prestigio en todos los medios revolucionarios de finales del siglo pasado.

La Segunda Internacional, como fue después conocida, representaría la organización propia de un nuevo momento en el que se despliega la lucha de la clase obrera europea y norteamericana. Engels apenas alcanzaría a ver los primeros logros de su etapa de construcción. Satisfecho por ser testigo viviente de acontecimientos que entendía como fruto directo de la lucha que, a lo largo de todas sus vidas, habían dado él y Marx, se congratula con cada uno de los avances, grandes o pequeños y, sobre todo, con los de sus colegas alemanes. Sin embargo, fiel al contenido esencialmente crítico de su pensamiento, en la cuestión del partido Engels no deja de preocuparse por mantener el análisis específico de cada situación nacional y evitar caer en una concepción del marxismo despojado de su historicidad concreta.

Hombre que resume en forma extraordinaria lo más avanzado de su época, Engels nos obliga a pensar en la complejidad de cada momento histórico y, ante ello, a crear las alternativas adecuadas que hagan posible la transformación revolucionaria de la sociedad. Ante las tareas transformadoras de hoy, el análisis concreto, como siempre, permite descubrir lo nuevo por donde deben discurrir las actuales fuerzas del cambio.

En estos últimos cien años, muchas de las creaciones de la lucha de los trabajadores se fueron consolidando, otras se modificaron, otras han llegado a su fin. Así, la mayor parte de los partidos políticos obreros, que fueron cada vez más espacios de identidad ideológica de las diversas corrientes de pensamiento y acción socialista, las cuales se fueron confrontando, separando y dividiendo, como producto de la propia lucha política, siguieron, primero el «modelo» de partido que presentó la socialdemocracia alemana hacia fines del siglo XIX y principios del XX y, después, el otro «modelo» diseñado a partir de la experiencia del partido bolchevique que había encabezado la revolución rusa de octubre de 1917 y pasó a ser el constructor de un nuevo Estado.

Desde hace ya algunas décadas, esa compleja estructura partidista mundial a que dio lugar la corriente comunista, creada a partir de este último «modelo» de partido, reclamaba profundas transformaciones y venía siendo cuestionado por algunos de sus propios integrantes, discutiéndose sus principios organizativos, su carácter e, incluso, su razón de ser. Hoy casi todos esos partidos han desaparecido, otros se transformaron radicalmente dando lugar a nuevas formas de organización por completo diferentes; los que subsisten son, en general, pequeñas organizaciones, con excepción de las que se mantienen en China, Cuba, Corea del Norte y Vietnam.

La debacle de los países del llamado «socialismo real» ha cerrado definitivamente un ciclo de las luchas por la transformación del capitalismo. De inmediato, las fuerzas de conservación se unieron para declarar como inviable todo proyecto alternativo. Sin embargo, la necia realidad de nuestras sociedades, con toda su diversidad y creatividad, hace presente, a través de las formas más inesperadas, la emergencia, en todas partes, de ese partido «en el gran sentido histórico». Las formas «efímeras» en que busca expresarse —no debemos olvidarlo— no son más que eso: maneras concretas de organización que no pueden ser las mismas para todo lugar y tiempo.

Las crisis, decía el marxista boliviano René Zavaleta, trastocan todo, pero permiten conocer las cosas tal como son en realidad. Esa es la posibilidad que tenemos.

REFERENCIAS

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Marx, Karl y Engels Federico., Obras Escogidas, tomo II (100-110). Moscú: Lenguas
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Marx, Karl y Engels, Federico., Obras escogidas, tomo II (377-425). Moscú: Lenguas
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Engels, Federico. (1981). La situación de la
clase obrera en Inglaterra. En Engels, Fedrico, Escritos de Juventud (279-511). México:
FCE,

Engels, Federico. Carta a Sorge del 12 de
septiembre de 1874, en Correspondencia de
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México, 1972.

Marx, Karl (1985). Marx a Ferdinand Freiligrath del 29 de febrero de 1860. en Marx
Karl y Engels, Federico., Collected Works,
vol. 41 (81-87). New York: Ed. International Publishers.

 

 

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