Recuperado del Semanario Claridad
Por Tania Anaid Ramos González, AZULA
Como parte de una extensa entrevista al escritor puertorriqueño Félix Córdova Iturregui, dividida en tres, comparto con los lectores del Semanario Claridad y de En Rojo la segunda parte. El eje principal de estas preguntas gira en torno a su ensayística, su narración, la perspectiva que él tiene sobre la literatura puertorriqueña, el lector y los premios literarios.
[En tus textos, hay un filo ideológico-político en donde se cuestiona la sociedad puertorriqueña y también se quiere documentar una parte de la historia Después de la generación del 30 cuya reflexión se centró en examinar la identidad nacional y nuestra historia ¿Hacia dónde va la construcción de tu discurso ensayístico?
Mi discurso ensayístico responde a diferentes niveles e intenciones. Me interesa distinguir, por lo menos, dos niveles: uno muy cercano a la acción social, que interesa incidir en las posibilidades de resistir el embate neoliberal, desarticularlo, derrotarlo eventualmente y buscar alternativas colectivas, al cual pertenecen los ensayos publicados en el periódico Claridad; y otro nivel menos vinculado a acciones concretas, con un aliento investigativo más minucioso, como el libro La eliminación de la Sección 936: la historia que se intenta suprimir (2020), o El proyecto de explotación minera en Puerto Rico (1962-1968). Nacimiento de la conciencia ambiental puertorriqueña (2014), escrito con los científicos Jorge Colón Rivera y José Córdova Iturregui. Estos libros tienen otra función, más vinculada con el objetivo de poner ante los ojos de los lectores una investigación minuciosa de procesos históricos con múltiples conocimientos y aprendizajes posibles.
Ambos niveles responden a un mismo aliento: ampliar el conocimiento de los procesos sociales y fortalecer la conciencia de la importancia de los procesos democráticos en la discusión y actuación social. Debo reconocer que en ambos niveles también hay atendido un interés muy específico: cuidar la expresión literaria. Aunque se trate de una investigación histórica o con implicaciones económicas, el objetivo es que el elemento artístico de la expresión no quede sacrificado o menoscabado. Concluyo con mi aspiración principal: ampliar lo más posible la democratización de la vida en la sociedad puertorriqueña.
Hay un juego con la construcción y la deconstrucción de lo narrado en tus novelas.
Hay una combinación de conceptos muy significativa en tu pregunta: construcción y deconstrucción. Antes de abordar la forma en que esos dos conceptos se articulan en el interior de nuestra historia y nuestra cultura, me parece necesario hacer un comentario, a grandes rasgos, sobre la importancia de la autorreflexión en la creación artística. Con la modernidad esta tendencia se acentuó. Ya no fue posible, por ejemplo, ser poeta sin reflexionar sobre la poesía, sobre lo que el poeta estaba haciendo en el proceso de hacerlo. El lenguaje tomó una curva reflexiva hacia sí mismo de una forma más intensa a partir de la revolución industrial y su propagación. Después de Baudelaire y Mallarmé, por ejemplo, el poeta ya no puede escribir sin pensar o cuestionar los fundamentos de lo que hace. A mi juicio, la literatura en general, sobre todo la poesía, entraba en el terreno mercantilizado abierto por la revolución industrial, provocándola con las nuevas y complejas realidades puestas en movimiento, pero amenazando al mismo tiempo con devaluarla en la medida en que la transformaba en una vulgar mercancía. Esta combinación de estímulo y amenaza ha pasado por diferentes etapas en la historia de la sociedad capitalista hasta nuestros días. Los escritores y las escritoras más conscientes se han visto involucrado(a)s en esa dinámica metaliteraria que se manifiesta en la dialéctica construcción-deconstrucción.
En mi caso, tuvo mucha importancia el prefacio escrito por William Wordsworth a Lyrical Balladas publicado inicialmente en 1800. Cuando Wordsworth se pregunta qué es un poeta y a quién se dirige, hace observaciones importantes, pero quiero destacar una, su disposición a ser afectado, más que otros hombres, por cosas ausentes como si estuvieran presentes (“a disposition to be affected more than other men by absent things as if they were present”). En una sociedad dominada por el capital, inmersa en continuos cambios, la dinámica presencia-ausencia continuamente está siendo dislocada y obligada a reformularse. Las formas adquieren una vida de cambio incesante. Ahora bien, lo que ha sucedido en Puerto Rico puede considerarse como algo excepcional en muchos aspectos. Los cambios se han dado con una celeridad realmente asombrosa. Ten presente lo siguiente: en la década del 20, del siglo XX, había miles de mujeres, niñas, niños, y hasta hombres, con una aguja en la mano, como fuerza de trabajo de una extensa industria repartida por pueblos y campos. Pues bien, en la década del 50, de ese mismo siglo XX, se estableció en el sur de Puerto Rico la CORCO, una industria petróleo-química de muy avanzada tecnología que sirvió de base al extenso proyecto ya mencionado, considerado la criatura dorada del proceso de industrialización que se desarrolló con una velocidad imponente. La transformación modernizadora ocurrida era suficiente para dejar a cualquiera con la boca abierta. En veinticinco años Puerto Rico vivió experiencias que tomaron siglos en otros países desarrollados. Pero esa veloz transformación vino acompañada de algo que pudo ser inesperado, pero ciertamente fue inevitable: el derrumbe de la actividad agrícola en la isla. Yo nací en un país de economía agrícola y al finalizar mi adolescencia lo vi desaparecer. Fue como si me arrancaran las imágenes de los ojos, como si me agredieran los recuerdos.
El proceso que te describo, a grandes rasgos, no es algo históricamente “normal”. No me refiero solamente a un cambio dramático en la vida social. Me refiero a la desaparición de toda una actividad, la principal hasta entonces para la vida social, un eslabón principal de la división social del trabajo. El proceso dejó un hueco en la imaginación debido a la desaparición de un espacio fundamental, necesario para la vida social. ¿Cómo uno desarrolla la disposición a trabajar con la ausencia, destacada por Wordsworth, en el contexto que te estoy describiendo? Yo no perdí las imágenes de la vida rural porque esa vida se transformó, sino que perdí esas imágenes porque la agricultura prácticamente desapareció. Hoy los jóvenes intentan reconstruir ese espacio de forma realmente heroica. Lo que quiero destacar es que nuestra historia, con sus cambios abruptos, me estimula a reflexionar en los cambios formales al nivel de la materialidad del país, a no olvidar nunca la incapacidad de darle estabilidad y permanencia a nada en nuestra configuración social colonial. Nada es estable aquí, nada lo ha sido, y las formas artísticas, de una forma u otra, responden a ese movimiento incesante. Lo que pareció sólido, como la industria petróleo-química, con sus gigantescas fábricas, colapsó en menos de veinte años de vida. Si el capitalismo dependiente y colonial construye y deconstruye procesos históricos y propicia la fabricación de sueños con su ritmo febril, nuestra literatura no puede dar la espalda a tanta violencia material, debe atenderla y darle forma a otro nivel más duradero.
En Los hilos de la sombra, el protagonista que no quiere ser narrado, que desea la desnarración o una invisibilidad en la nada, se afirma, a pesar del radical deseo de desaparecer mediante la persistencia del rastro histórico, por humilde que sea. Hasta los sueños más descabellados dejan huellas imborrables en la tierra. En El sabor del tiempo, si bien hay mundos que desaparecen, queda la vida de los relatos humanos vinculados a ellos. La memoria, como una red continuamente haciéndose y deshaciéndose en los relatos, le dan una profundidad duradera a la conciencia. Ahora bien, en nuestro caso, el trabajo con la ausencia, o con la desaparición, tiene dimensiones excepcionales. La desaparición, como fue el caso de la agricultura, alteró nuestra relación con la tierra. La modernidad, con una urbanización tan radical, metida en los poros de una isla corrugada como la nuestra, tan diversa y llena de recovecos, nos alteró de forma inusitada el cuerpo: su mirada, su olfato, su oído, su tacto y su sabor. Las emigraciones masivas, reiteradas en el tiempo, profundizaron esa transformación. De una forma u otra, todos hemos sido y seguiremos siendo migrantes. La relación interno-externo a la isla está en continuo cambio y le ha dado a nuestra experiencia histórica una extraña profundidad. Continuamente estamos perdiendo y encontrando la tierra. Es posible que esto sea, entre otros, uno de los factores que nos ayude a entender un fenómeno como Bad Bunny o el de otras y otros cantantes cuya fama se ha desplazado por todo el globo.
¿Cuál crees que es la aportación de la literatura puertorriqueña tanto a nivel nacional como internacional?
En esa pregunta distingo, por lo menos, dos niveles. Uno es la calidad de esa literatura colocándola en el contexto más exigente del nivel internacional. En ese nivel de exigencia nuestra literatura, desde sus orígenes hasta el presente, tiene figuras de extraordinaria importancia. Creo que hemos avanzado bastante en dar a conocer su riqueza, pero todavía falta mucho por hacer. Hay un problema económico subyacente que no puede olvidarse: la falta de una industria del libro en Puerto Rico, con la combinación de imprentas y editoriales locales. Los libros se imprimen, en su mayoría, fuera de Puerto Rico. El gobierno nunca se ha interesado en el desarrollo de esas dos unidades –imprentas y editoriales– como sostenes fundamentales de la presencia material del libro en nuestra sociedad. Una deficiencia de este tipo no ayuda a lo(a)s jóvenes que desean apropiarse de su tradición literaria y que están activos en el proceso de creación. No son pocas las veces que los libros brillan por su ausencia. No existen ante los ojos de lo(a)s lectore(a)s porque no aparecen en las librerías. La ausencia material de una industria dinámica del libro es un obstáculo interno que no debe ser subestimado.
En el otro nivel, relacionado con la proyección internacional, la cosa se complica mucho más. Una rica literatura que podría tener una amplia proyección internacional se encuentra con un inevitable vació institucional vinculado a la ausencia de un Estado soberano. La proyección de los libros, para tener una presencia duradera y consistente, necesita un amplio apoyo institucional. El Estado es importante en ese sostén institucional. Es posible que los nuevos medios sociales de comunicación global puedan romper el aislamiento. Los esfuerzos personales son importantes en la nueva aventura de los viajes cibernéticos. Habría que ver, no obstante, si esas nuevas posibilidades pueden contrarrestar la ausencia de una sólida cultura del libro con imprentas locales, editoriales con aliento duradero y vínculos ensanchados con una comunidad creciente de lectore(a)s. La puesta en escena de lo(a)s autore(a)s del pasado puede lograrse con un esfuerzo sostenido de digitalización de sus obras. Muchos países han avanzado en este proceso con la creación de importantes bibliotecas digitales. Ahora bien, creo que los libros se proyectan porque una vibrante comunidad de escritore(a)s y lectore(a)s continuamente los visitan.
¿Por qué entiendes que hay que leer los textos clásicos, en especial los textos clásicos puertorriqueños?
El conocimiento de los textos más reconocidos de cualquier literatura es imprescindible para la experiencia creativa. Si pensamos en la capacidad creativa de un joven escritor o escritora, el amplio conocimiento de su propia tradición literaria le permite el desarrollo de una conciencia de la novedad de su proceso creativo al conocer la variedad de formas y temas ya desarrollados. El conocimiento de los clásicos y de la tradición literaria es necesario para captar las transgresiones y violaciones de esa misma tradición. La imitación, la ironía, la parodia, por ejemplo, requieren un amplio conocimiento de los discursos anteriores. Los clásicos, entre ellos, son los más destacados. Las nuevas olas de nuevos y nuevas escritoras encuentran su voz propia en contraposición a los escritore(a)s que les preceden. No conocer el medio literario no es la mejor manera de emprender el viaje de la creación. El conocimiento del mapa o de los mapas literarios ayuda a no intentar construir caminos ya existentes, pero sí puede propiciar el abandono de caminos ya recorridos para fundar nuevas rutas.
Sí, en varias conversaciones me he referido a la necesidad de leer a Pedreira con nuevos ojos. Podemos relacionar esa urgencia con la pregunta anterior. Lo que sobresale de la obra de Pedreira es su constante búsqueda, el incesante esfuerzo investigativo que realizó durante toda su corta vida. En poco más de una década de trabajo intelectual intenso nos dejó una decena de libros. Pero lo importante es observar esos libros con detenimiento para captar el trabajo de una mente inquieta, dispuesta a reformular sus apreciaciones, con un sentido de crítica y autocrítica apreciables. Interesado, sobre todo, en indagar en los archivos para poner ante la vista de nuestra sociedad su historia, su tradición literaria, sus obras y piezas artísticas. Hay un libro de Pedreira que me parece asombroso: Bibliografía puertorriqueña (1493-1930), publicado en 1932. Durante siete años de trabajo incansable, con múltiples colaboraciones, se dedicó a recopilar todo lo publicado sobre Puerto Rico. Fue una aventura en la que el trabajo individual y el colectivo se anudaron de forma ejemplar. Pero Pedreira no se conformó con preparar esa bibliografía. Fue, sobre todo, un investigador extraordinario. Si no olvidamos ese destacado perfil suyo, hasta la lectura de Insularismo, su libro más leído, deja sorpresas en la imaginación del lector(a). No quiero extenderme sobre este tema, pero ahí tienes un llamado clásico con una estructura tropológica tan rica que siempre permite una nueva lectura. Su pertenencia al canon, tan destacada por la crítica, su dimensión de clásico, ha sido resultado del impacto y presencia que ha tenido en la actividad creativa de muchísimo(a)s escritore(a)s. Tanto la admiración como la crítica severa son parte ya de la vida de este libro y lo acompañan.
¿Cuánta importancia tiene el humor en tu escritura y por qué? [Pienso en tu texto «El rabo de lagartija de aquel famoso señor rector y otros cuentos de orilla», por ejemplo.]
Me parece que el humor está presente sobre todo en mis narraciones. Aparece en las situaciones más difíciles y conflictivas. Recuerdo que Freud escribió un importante ensayo sobre el humor en 1928. Afirmó que el humor no es resignado. Por el contrario, el humor es rebelde y relaciona uno de sus logros con el principio del placer. Si la memoria no me falla, el humor permite superar la adversidad protegiendo al yo del sufrimiento. Freud consideró la actitud humorística un raro y precioso talento. Sus observaciones me parecen útiles para entender los momentos del humor en mis narraciones. Se producen en confrontaciones difíciles y dolorosas con la realidad. Más que con el chiste, esos momentos se relacionan con la ironía. Humor e ironía van juntos en muchas ocasiones, uno afirmando o devaluando al otro. Ambas actitudes o posiciones, la humorística y la irónica, responden a realidades que contienen más de una dimensión o nivel, donde la significación tiene espacio para la oscilación. En una sociedad como la nuestra, con tanta violencia internalizada en su movimiento material, tanto el humor como la ironía son fundamentales para la sobrevivencia. Creo que estas dos actitudes se refuerzan en el movimiento angustioso de mis personajes. En sus manifestaciones más enérgicas están ante una realidad adversa o el amor los asalta como una sorpresa para encontrar alguna salida.
¿Cuánta importancia le das al lector y por qué?
Mucha importancia. En el proceso de escribir siempre está presente la presencia del lector o lectora. En la propia voz que escribe siento que se da un desdoblamiento imaginario que le da vida a un lector necesario. Escribir y leer, hablar y oír, son actos inseparables en su estructura profunda. El que pasa por el fuego de la escritura también pasa por el fuego de la lectura. Siempre imagino un lector o lectora con una gran capacidad. Nunca lo(a) menosprecio. Por el contrario, quisiera siempre que fuera más complejo que mi escritura. Así podría extraerle nuevos significados. Sobre todo, pienso en la superioridad evidente del leyente del futuro: vive en una sociedad en movimiento y cambio diferente a la mía, la única que podría darle sentido a la obra si llega a sus manos. En ese abandono de la obra a sí misma, en búsqueda de quien la lea cuando ya ni yo ni mi tiempo histórico existan, estriba la humildad fundamental del arte literario ante sus lectores y lectoras. Solo ellos y ellas podrían mantener levantada y visible la presencia y dignidad de la obra.
¿Qué piensas de los premios literarios?
No tengo mucho que decir sobre este tema. Cuando escribo nunca me pasa por la mente la posibilidad de un premio. He participado en múltiples ocasiones como jurado y no es una experiencia fácil. La encuentro incómoda. Sin embargo, los premios pueden darles visibilidad a obras literarias que no los han buscado. En esos casos reside, a mi juicio, el mayor mérito de los premios, si son auténticos. Pienso, sin embargo, que con la influencia cada vez mayor del mercado, los premios pierden cada vez más su vínculo con la creación artística. La influencia del mercado los deteriora, los vacía, acercándolos más a la moda o al estímulo de la ganancia. Aunque siempre puede sobrevivir en ellos un aliento a la creación artística que puede ser valioso y estimulante.
FÉLIX CÓRDOVA ITURREGUI
Escritor puertorriqueño. Hizo su doctorado en literatura en la Universidad de Princeton. Es profesor jubilado de literatura en el Departamento de Estudios Hispánicos de la Universidad de Puerto Rico. Ha cultivado la poesía, la novela, el cuento, el ensayo y la literatura infantil. Además, ha realizado múltiples investigaciones sobre historia y economía. También ha estado vinculado en las luchas políticas de Puerto Rico.
TANIA ANAID RAMOS GONZÁLEZ, AZULA
Es escritora, educadora, poeta, gestora cultural y columnista en diversos periódicos y revistas digitales internacionales. Posee un doctorado en Filosofía y Letras de la Universidad de Puerto Rico de Río Piedras. En el 2002, ganó el Premio Gertrudis Gómez de Avellaneda otorgado por la UNESCO por una investigación dedicada a la poesía.