¿Por qué voy a la marcha el 31 de agosto?

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Porque para nosotros, los que formamos parte del movimiento de liberación nacional, la independencia no es un ideal romántico ni una consigna del pasado

Norman Ramirez-Talavera

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¿Por qué voy a la marcha el 31 de agosto?

Porque para nosotros, los que formamos parte del movimiento de liberación nacional, la independencia no es un ideal romántico ni una consigna del pasado.

Es una visión concreta, integral y urgente. Una visión que nace de una comprensión profunda de lo que significa la soberanía: no como un simple estatus político, sino como la capacidad real de un pueblo para decidir sobre todos los aspectos de su vida —su economía, su tierra, su salud, su educación, sus relaciones con el mundo.

Soberanía, en su sentido más profundo, es tener control sobre nuestros recursos, nuestros cuerpos, nuestras tierras, nuestra alimentación, nuestra salud, nuestra cultura y nuestras decisiones.

Es poder decidir qué sembramos, qué comemos, cómo nos educamos y cómo nos sanamos.

Es también decidir en qué barcos traemos lo que importamos, estar a cargo de nuestras aduanas y con quién comerciamos.

Porque no hay posibilidad de desarrollo económico real sin soberanía.

Cualquier crecimiento que dependa de estructuras externas es frágil, vulnerable y contrario a los intereses de nuestro pueblo. La dependencia impuesta no se supera con discursos, sino con poder real sobre nuestras decisiones y nuestro destino.

A lo largo de los años, hemos ejercido una lucha constante.

Una práctica de libertad que no se limita a proclamas: hemos sido educadores, defensores del ambiente, guardianes de la tierra y sembradores de conciencia.

Esa ha sido nuestra práctica de libertad.

Esa es nuestra definición de soberanía.

Y es que, así de poderosa puede ser una idea cuando se siembra y se sostiene.

Cuando no se abandona.

Cuando crece en el corazón de un pueblo que se levanta.

Por eso, hoy más que nunca, con claridad, dignidad y sin temor,

¡enarbolamos la palabra INDEPENDENCIA!

Porque no es un sueño:

es una necesidad histórica y un derecho irrenunciable.

 

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