Un sencillo homenaje a Norberto González

Nota: Gracias Don Norberto por todas sus contribuciones.

Recuperado de la página de Facebook del Profesor Roberto Ramos-Perea

MI DESPEDIDA DE DUELO A NORBERTO GONZÁLEZ,

Por R RAMOS-PEREA
Cuando Anita me llamó ayer para que despidiera elDuelo de mi hermano Norberto, me recordó que yo fui de los primeros escritores que Gaviota publicó en su editorial. Me dijo: “Tú inauguraste con nosotros esta librería y nadie mejor que tú para decirle adiós a Norbert”.
Así fue. Ya no recuerdo los años, que deben haber sido muchos, desde que Norberto se hizo mi amigo, y yo me hice su amigo. Y desde que Anita y Cheo y los hijos de Norbert se hicieron mis amigos de chanza en los pasillos de la librería, esa amistad creció desprendida y alegre.
Nos conocemos desde las ferias, de aquellas fiestas de navidad en este mismo estacionamiento que daba por sus autores y su gente de este barrio, de mis transmisiones de radio, y de las dudas y preguntas y hasta de hablar chistosamente de la política. Pero más nos conocemos de la mutua admiración y de la familiaridad con que trabajamos junto con Anita en tantos proyectos editoriales en los que hablábamos tanto de tantas cosas.
Hoy la dicha de esta amistad es una herida honda. La amistad ante la ausencia que provoca el inesperado fogonazo que hoy nos atraviesa el pecho.
Cuesta entender la “justicia” del tiempo, enfrentar las debilidades de la salud, asumir la responsabilidad de un negocio tan necesario, y la obligación suprema de hacer feliz a los suyos no importa si nos toma 20 horas al día cargando cajas de libros…. y encima de todo eso, construir una Patria. La Patria del libro.
Le dije a Anita que contara conmigo hoy, y siempre, como contó conmigo ayer y siempre. Me aprecio de abrazar a Cheo desde que la librería andaba por Cayey, hace años también. De alguna manera modesta e indefinible, me siento parte de esta familia.
Y hoy Norbert se despide y a mi me da mucho trabajo entender esta muerte, que como un rayo cae cuando menos se le espera, y devasta todos nuestros corazones. Es una inhalación de asombro repentina, en la que el aire no nos llega.
En las despedidas de duelo siempre se habla de bondades. Yo no podría cambiar esa tradición por más que quisiera que estas palabras fueran diferentes a las que ya dije; o a las que siempre le decía a él para sonrojarlo y hacerlo reír de medio lado, diciéndole: “después de mi padre y mi hermano de sangre; eres el hombre más decente que he conocido”.
Y siempre me contestaba diciendo: “yo solo quiero ayudar a la gente, que la gente se sienta bien”. Incluso cuando alguien le decía por lo bajo que buscara segundas opiniones sobre la calidad de un manuscrito, él decía “no importa, yo quiero ayudar al autor”, y entonces uno se encogía de hombros y pensaba: es que a la bondad no se le ponen condiciones.
Norbert quería sostener la literatura nacional. Respetar a sus autores. Sobre todo, a los excluidos de las farándulas literarias de la capital. Y de la mano de esa bondad, venía la sabiduría de decir, “fulano me ha traído un libro que es del nivel de Gaviota”.
Y Anita sonreía. Porque estos seres tan iluminados por su humildad hacían brillar de alegría a las letras patrias. Gaviota se convirtió en muy poco tiempo, en el mejor editorial de Puerto Rico. Es mi opinión y los títulos publicados me sostienen. Ahí están los ilustres nombres de Néstor Duprey, de Antonio Quiñones Calderón, de Ché Paraliticci, de Juan Angel Silén, de Vivian Auffant, de Julio Muriente, de Pancho Moscoso, de Víctor Federico Torres, el mío que se pasea por ahí… más todos los clásicos que reimprimía con prólogos nuevos, como los de Tapia, Paco Arriví, Méndez Ballester, Hostos… y todos los que se quedaron en nuestros planes y que ahora Anita y Cheo retomarán con esperanza en nombre de su hermano.
Los escritores puertorriqueños perdemos demasiado tiempo en rencillas estériles, en peleas de egos y en chismes de Facebook. Norbert nos había ofrecido a todos el mejor campo de batalla para probar si de verdad éramos tan bravos…, nos había ofrecido una casa editorial en la que había que ganarse el trofeo de la calidad. Y esa calidad remontaba en el volar de la gaviota.
Hoy el alma de esa Gaviota, modesta, bondadosa, humilde, remonta el vuelo hasta todos nuestros corazones. Y si el suyo, por una trampa del cuerpo físico no pudo seguir adelante, la Gaviota se repartió en nosotros en una enorme lección de humanidad y benevolencia.
¿Que Norbert era un hombre generoso?
Sí, todos los que le quisimos lo disfrutamos.
¿Que era un hombre humilde? Estaba marcado por esa luz que a tantos le falta.
¿Cuándo lo vimos ostentando la riqueza de su sabiduría? Nunca.
¿Cuándo pregonó alguna cualidad de la que careciera? Nunca.
¿Cuándo lo vimos hablando mal de alguien?
“Eso de hablar mal de la gente que lo hagan los escritores, no yo”, decía.
¿Cuándo lo vimos aceptando algo que no fuera justo? Nunca.
¿Cuándo lo vimos negando a un autor el respeto merecido? Nunca.
¿Cuándo dejó de demostrar su decencia y su generosidad? Nunca.
¿Cuándo dejó de cumplir con alguna factura o alguna deuda? Nunca.
Responsable, generoso, sencillo, humilde en la verdadera definición del término. Fue amigo en las malas, que es cuando se debe ser amigo.
Por todas estas cosas, y por muchas más que viví sentado con él en su atiborrada oficina y que la tristeza no me dejaría recordar, digo que Norberto González era un patriota.
En un país donde cualquiera es patriota si vocifera y ofende, Norberto con su silencio, y su desprendimiento sin límites, nos enseñó que la patria es… lo que se hace por los demás.
Y cada vez que se hable de grandes libros puertorriqueños, de respetuosos editores, del arduo trabajo de publicar y distribuirse, de libros para abrir montañas, de publicar libros como si se sembraran soles, de encender libros para redimir el alma… entonces el corazón de Norberto González volverá a latir.
Un aplauso no solo celebra una gran actuación. En el mundo del teatro de donde vengo, también celebra una generosa vida. Nuestro más cerrado aplauso para quien es todo corazón.
¡GRACIAS HERMANO NORBERTO GONZÁLEZ, PATRIOTA!

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Recuperado de: http://enblancoynegromedia.blogspot.com

A NORBERTO….

Mucho se ha hablado y escrito en las últimas 48 horas sobre Norberto González.

Inolvidable por ser siempre exquisito al trato. Un caballero”, dijo escritor y editor Luis González Argüeso.

El expresidente del Senado Kenneth McClintock comentó que “Hace un de años Norberto salvó varias decenas de ejemplares de la obra en dos volúmenes Breakthrough from Colonialism: An Interdisciplinary study of Statehood, editado por un joven abogado hace 40 años de nombre Luis Davila Colón”.

El dramaturgo Roberto Ramos Perea dijo, por parte que Norberto siempre fue “¡Un editor que pagaba, que respetaba! En un mundo -con muy pocas excepciones-, que está lleno de ladrones y usurpadores de derechos de autor, Norberto era el mesías. ¿Y cómo olvidar sus fiestas de Navidad, sus cínicas y hasta decepcionadas quejas del país, aquella sonrisa que siempre me miraba con cariño paternal: “¿Estás pelao?, dile a Anita que te cuadre.” O, “Norbert, necesito este libro” … y en medio segundo, “¡llévatelo!”

Así era Norberto, un librero de grandes ligas, un amigo entrañable.

Por eso es que, como dijo Silverio Pérez, “los escritores estamos de luto”.

¿Cómo se honra una vida tan honorable? ¿Con que palabras se puede sintetizar la grandeza que fue Norberto González?  Estoy convencida que hoy ha sido un día difícil para los escritores que nos quedamos sin palabras.

Es que no hay palabras precisas que logren representar lo que el era para cada uno de nosotros. Para unos fue un librero. Para otros, un editor. Para muchos, la persona que le dio la oportunidad de publicar un libro. Y para otros, el que le consiguió ese texto que no aparecía en ningún lado…. Para para sus familiares y sus amigos, Norberto fue único, especial e irrepetible.

La partida de Norberto me sigue dando duro porque lo consideraba un amigo.

 No porque fuera mi editor, porque Norberto nunca me publicó un libro. Pero no fue porque no él no quisiera, sino porque yo nunca lo moví. El insistía, pero yo le daba largas. Le decía que después se los llevaría, y no lo hacía nunca. Confieso que me daba un poco de vergüenza porque no quería que pensara que me acercaba a él por otro interés que no fuera una genuina admiración y amistad.

Yo llegaba a la librería y él me preguntaba que qué estaba escribiendo, pero terminamos hablando de otras cosas. A veces por una o dos horas. Me sacaba libros raros o me contaba de cómo iba el negocio. Hablábamos de otros temas, pero él siempre insistía.

El si me apoyo con mis libros y los vende en sus tiendas. Ahora estamos trabajando una versión en español del libro mas reciente que seria publicada por Gaviota y la UPR. Pero en una de las últimas conversaciones largas que tuve con Norberto hace como dos meses, me insistió por enésima vez que cuándo iba a enviarle un libro sobre el chat de Telegram y lo que pasó que no conté en mis artículos. «Ese se va a vender bien», me dijo…. Yo le dije que todavía faltaban cosas por suceder…

Esa conversación con Norberto quedó inconclusa porque perdí a un ser bien querido.

Norberto era insistente, pero también gracioso. Cuando uno lo miraba, lo primero que siempre sobresalía era el pelo revuelto, casi loco como el mío.

Él siempre estaba con la camisa de botones, por fuera de los pantalones, pero con los ojos brillando, como si estuviera replicando esa sonrisa que siempre tenía.

Vivía como una hormiguita, entre estibas de libros, disfrutándose el olor de esas páginas que eran como gasolina para él, porque vivía rodeado de inteligencia y de la cultura.

Norberto era bien especial. Cariñoso, afable y colaborador con tantos y tantos escritores, y ese, sin duda, ha sido uno de los mensajes más recurrentes en las últimas horas desde que se supo de su partida. Y eso en sí es algo bien hermoso.

Ver cuánta gente lo quería, ver tantas muestras de gratitud, y de personas tan diversas, de ideologías distintas, clases políticas opuestas, de diversas regiones del país, del campo empresarial, y obviamente, del mundo estudiantil y de las letras. Todos nos hemos sentido como que perdimos un pedacito de nuestro corazón, un amigo querido, alguien que nos dio la mano.

Norberto tenía ese trato del campesino, que cuando llegabas a su finca te recibía y te regala un racimo de plátano o te tomabas un café y te sentabas a conversar. Así mismo uno se sentía con Norberto en Río Piedras o en Plaza las Américas.

Una se ponía a conversar como si estuviera en el balcón de la casa de un familiar, y no ante un empresario que tuvo la osadía y el carácter de echarse encima la industria del libro en un momento tan difícil para Puerto Rico. Y fue exitoso cuando abrió la Casa Norberto.
Pero era mucho más. Norberto fue faro de luz para la industria porque ayudó a todo el que pudo. A competidores, a editores, a autores y más que nada, a legiones de lectores.

Es conocido que siempre pagaba bien a los editores y por eso él y toda su familia gozan de tanto respeto. Siempre apoyó el quehacer cultural sin buscar reconocimientos ni pautas. Callado, hablando en voz baja pero siempre con una sonrisa, nunca lo vistes en bochinches ni controversias, sino trabajando.

Norberto fue refugio para miles de estudiantes buscando datos, y alivio para padres y madres desesperados, buscando algún libro que no aparecía en ningún lado, pero él siempre lo conseguía. Era un bibliógrafo innato, y un investigador que se metía por los recovecos entre montañas de libros, para siempre encontrar lo que necesitabas.

Siempre estaba listo para darle la mano a miles de estudiantes de la Universidad de Puerto Rico, para apoyar a una madre o padre sin el dinero para comprar libros nuevos. Muchas veces lo ví ayudando, callado. Les daba descuentos en los precios. Hacía patria, ayudando.

El escritor Alexis Sebastián Méndez dijo que “una vida que se va, muchas veces es más que una vida… Cuando ha sido una vida dedicada a brindar más vida en los demás…”

Eso fue Norberto para todos. Brindo vida a las letras, a sus amigos, a la industria. Dedicó su vida a brindar vida y a mantener nuestra cultura como ente unificador de nuestro pueblo.

Por eso Puerto Rico está en duelo nacional.

Esta mañana salió la noticia de que la centenaria Ceiba, ese emblemático árbol que existía desde la época de los tainos en lo que hoy es el municipio de Ponce, murió. Leer la noticia me hizo llorar temprano en la mañana, porque pensé en la partida de Norberto.

Se muere la Ceiba de Ponce y se muere el roble de las letras. También gran parte de Puerto Rico está muriendo.

Nuestra educación, los valores, la historia se pierde ante la jauja, la corrupción y la impunidad. Los malos avanzan y los ves hoy siendo honrados y premiados como «analistas» en la televisión, en la radio y en periódicos, después de tanto robar y burlarse del pueblo. Eso si es triste. Ver que la mitad de la gente se tiene que ir de aquí porque no hay oportunidades si no eres del partido o de la claque. Mi única esperanza es que siempre surge algo nuevo. Veo una solidaridad y compromiso en las más nuevas generaciones. Eso da aliento…

En un momento como el que Puerto Rico vive de tanta desesperanza en medio de una pandemia después de una década de calamidades, ver un hombre humilde que trabajó y echó raíces, nos demuestra que otro Puerto Rico es posible.

Un Puerto Rico de solidaridad y apoyo mutuo.

A la Ceiba de Ponce hace como 10 años le sacaron una hijita y la sembraron cerca. Germinó y crece. Como ese árbol, así crecerá un nuevo país porque hemos tenido ejemplos como Norberto González para iluminar el camino. Para ensenarnos a hacer comunidad, a hacer país, a ser buenos y emprendedores. Ha ser patria.

Sigamos el ejemplo de hombres grandes como Norberto, y sigamos apoyando a su familia que también es ejemplar, para que su legado continúe.

Que descanse en paz

Sandra Rodríguez Cotto

13 de octubre de 2021

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